Las propias palabras, que no son cosas, que s?lo las designan lo mejor que pueden, y design?ndolas las modelan, incluso las que sirvieron de manera ejemplar, suponiendo que tal pudiera suceder en alguna ocasi?n, son millones de veces usadas y otras tantas desechadas, y despu?s nosotros, humildes, con el rabo entre las piernas, como el perro Encontrado cuando la verg?enza lo encoge, tenemos que ir a buscarlas nuevamente, barro pisado que tambi?n ellas son, amasado y masticado, deglutido y restituido.

C?mo est? Marta, preguntar? ?l, Cansada, pero bien, responder? yo, y estas palabras tambi?n las andamos diciendo constantemente, no me extra?ar?a nada que cuando transitemos de este mundo hacia el otro todav?a consigamos encontrar fuerzas para responder a alguien que se le ocurra la imb?cil idea de preguntarnos c?mo nos sentimos, Muriendo, pero bien, es lo que diremos.

Esta poetisa que jam?s escribi? una palabra y se halla enterrada en esta encrucijada vive todav?a. Vive en nosotras y en m?, y en muchas otras mujeres que no est?n aqu? esta noche porque est?n lavando platos y poniendo a los ni?os en la cama.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos, el que lo perdi? todo, y el que todo lo tuvo.

Y se expresaron con sus propias palabras, no con las palabras de los dem?s hombres