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La luz del pasillo iluminaba d?bilmente mi rostro que se reflejaba de modo fantasmal en el cristal de la ventanilla y me hac?a recordar el que tuve en la infancia, el que naufrag? para siempre en la despedida, como si aquel ni?o se hallara agazapado en alg?n lugar de mi interior esperando un descuido m?o para emerger de nuevo en las aguas fangosas del pasado con su sonrisa feliz y sus ojos brillantes.
Desde hace cinco a?os, no existe ya en esta tierra una ma?ana sin agon?as, una noche sin c?rceles, un mediod?a sin carnicer?as. S?, nos hemos visto obligados a seguirles a ustedes. Pero nuestra dif?cil haza?a estribaba en seguirles en la guerra, sin olvidar la felicidad. Y, a trav?s de los clamores y la violencia, intent?bamos conservar en el coraz?n el recuerdo de un mar feliz, de una colina jam?s olvidada, la sonrisa de un rostro amado. Al propio tiempo, era nuestra mejor arma, la que no rendiremos jam?s. Porque el d?a en que la perdi?ramos, estar?amos tan muertos como ustedes. Sencillamente, sabemos ahora que las armas de la felicidad exigen mucho tiempo y demasiada sangre para ser forjadas.
"No solo somos lo que hacemos, sino tambi?n lo que no hacemos. Somos lo que decimos, casi tanto como lo que callamos. Somos las preguntas que no nos atrevemos a pronunciar, en la misma medida que esas respuestas nunca llegar?n y permanecer?n eternamente flotando entre remolinos de miedo e incertidumbre. Somos la sutilidad de una mirada, la intimidad de una caricia suave, la curva de una sonrisa sincera. Somos momentos bonitos, instantes agridulces, noches tristes. Somos detalles. Somos reales.
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